Comenzamos la ruta en una gran curva de la antigua carretera que bordeaba Olleros de Alba. Un panel indica la ruta. Una pista asciende por la margen izquierda del arroyo que discurre paralelo a ella. Las laderas están cubiertas de helechos y matorral y bordeando el arroyo chopos, sauces y vegetación de ribera.




En las paredes espectaculares pliegues de todo tipo, micro fallas y multitud de estructuras formadas por la intensa tectonización de estas calizas. Después de la portillera aparecen nuevas encinas sobre la caliza, algunas de buen porte.

Al final de la garganta el valle se va abriendo poco a poco. El encinar desaparece y empiezan a verse robles de Quercus pyrenaica y matorral de urces (brezos) y escobas, lo que nos indica un cambio en el suelo, que va a ser ahora de naturaleza terrígena (silícea). Las urces (brezos) fueron muy apreciados por su madera, que se utilizaba para hacer utensilios y sus raíces para fabricar carbón vegetal. Esto, unido a que eran ramoneados por las cabras, mantenía el matorral ralo. Hoy en día la ausencia de rebaños ha hecho que haya proliferado mucho y a veces cierra caminos poco transitados.
Comienza una serie alternante de lutitas y areniscas con calizas y dolomías, que nos plantean algunas curiosidades. Las encinas las encontraremos siempre sobre terreno calcáreo y los robles sobre rocas terrígenas (lutitas y areniscas), pero en todo este tramo vemos robles en zona calcárea y encinas sobre lutitas y areniscas. Esto es sólo una apariencia. Si nos acercásemos veríamos que, o bien nos hemos equivocado al observar de lejos el terreno, o, más posiblemente, la causa sea el suelo. En estas laderas se producen derrubios de las zonas altas que hacen que el suelo tenga en muchas ocasiones distinta naturaleza que la roca madre sobre la que se asienta.
El camino se ve invadido por el arroyo de San Martino, que confluye en el arroyo de la Braña.
A la derecha, arriba, una majada con chopos repoblados.
Justo delante, a la izda, una cresta caliza forma el núcleo de un anticlinal que cabalga a toda la serie más al norte.
Más arriba el valle se abre, desaparece el bosque y aparece un pastizal de nuevo sobre terreno calizo. Al lado del camino alguna muestra de la acción cárstica del agua nos deja pequeñas cuevas, maltratadas por algunos desalmados que las han llenado de basuras y pintadas y agujeros de carstificación que aprovechan el núcleo de pequeños pliegues. Desaparece el ruido del agua, que circula ahora bajo tierra.
La cueva se encuentra en el núcleo del primero de los sinclinales del núcleo del gran Sinclinal de Alba.
Estamos en Las Brañas. Ya casi no se ven, dispersos por las laderas, los restos de los chozos que hace no mucho guardaban una intensa vida pastoril.
De frente, a lo lejos, vemos una gran antena, que nos puede servir de orientación pues deberemos pasar por ella.
El camino continúa ascendiendo, ahora en dirección noroeste, a veces con buena pendiente, hasta terminar en el Collado de las Yeguas
Este sinclinal nos permite ver las rocas más modernas de esta zona, las que corresponden al tercer miembro de la Formación Cuevas. Se trata de alternancias de lutitas oscuras con niveles de hasta 10 metros de para conglomerados con clastos cuarcíticos pequeños y, atriz areniscosa, litarenitas y, hacia techo, niveles calizos. Los conglomerados y areniscas se parecen, a simple vista, las crestas de la cuarcita de Barrios del ordovícico, debido a su ornamentación de líquenes. No las confundamos. Parece que su origen estaría en el relleno del surco turbidítico de los miembros anteriores de la Formación Cuevas. Cronológicamente se asociaría a la Formación San Emiliano del resto de la Cordillera Cantábrica.
El camino gira casi 180º y se dirige ahora hacia el este, en dirección al Fontañán que ahora tendremos al frente. La pista atraviesa un robledal y un poco más allá termina en un collado que da vista a la zona de Gordón, en el que hay instalada una gran antena Contrastes de la vida moderna.

